En unas horas concluirá 2020; un año considerado como inaudito porque la realidad superó en mucho nuestra imaginación y, en lugar de atender tareas tan sencillas como lavarse las manos, usar cubrebocas y guardar una sana distancia, optamos por la insolencia.
Las consecuencias nos muestran que como sociedad hemos fallado. En Hidalgo, hasta ayer, perdimos 3 mil 235 hermanos, tíos, padres, abuelos, amigos, vecinos. Gente cercana que forma parte de nuestro capital amoroso o estimativo.
A 10 meses de la llegada del virus, prevalecen las mentes obtusas que se deslindan de la responsabilidad que tienen con su familia y con la sociedad, echando culpas a los gobiernos, algunos al federal, otros al estatal e incluso a los incipientes municipales, de acuerdo a su filiación o preferencia partidaria.
Y así, ubicados en un plan de víctimas pasean su insolencia en mítines políticos, tiendas departamentales, reuniones religiosas o juntas de trabajo.
Un caso explícito sucede en el gobierno estatal, en donde aun con las puertas cerradas, los empleados cubren largas jornadas en hacinamiento y sin la ventilación necesaria. Los casos registrados por la Oficialía Mayor superan en mucho las expectativas que se tuvieron al entrar en vigor el aislamiento como mecanismo preventivo. Afectados, los secretarios hacen pública su enfermedad en un acto hasta heroico, mientras que los empleados de menor rango esconden sus síntomas para evitar un posible despido.
En el primer trimestre del año, sorprendidos todavía, no sabíamos cómo enfrentar un virus tan raro como mortal. Y comenzaron las reglas elementales sanitarias, mientras se levantaba, a la llegada a Pachuca, un sanatorio inflable dentro de una plaza pública, para que todos lo vieran.
Los comerciantes se opusieron a cerrar sus puertas o disminuir su actividad, tal como dicta su propia conciencia aunque a la postre, al menos 800 tuvieron que bajar la cortina de forma definitiva.
La instauración del Hoy no Circula se constituyó en un potente foco de infección, al verse obligada la sociedad a viajar en un amañado sistema de transporte colectivo, que en todo momento le ganó la partida al disminuido funcionario estatal que debió encargarse de regular el cupo, las condiciones de las unidades, en fin, todo aquello que tiene que ver con la salud pública. Vamos, ni el subsidiado Tuzobús cumple con esa norma.
Y así comenzaron las muertes que hasta el momento no se han podido parar. La pendiente de las estadísticas siempre van para arriba, nunca hay descanso.
Esa insolencia social, tal vez cultivada por gobiernos paternalistas ceñidos a esquemas de un solo partido, o bien, por la ausencia de organismos u organizaciones civiles que abran posibilidad de participación activa, nos provocará, por desgracia, más muertes. Por fortuna, la vacuna es un respiro a este halo de muerte y desolación.
Y así, en este insólito e insolente 2020, también perdimos a personas significativas en cada gremio. En el periodístico, de Anselmo Estrada Alburquerque ya no tuvimos su abrazo fraternal y siempre comprometido, ya no pudimos hacer planes, ya no pudimos decirle salud a la vida.
Saúl López, reportero y funcionario en Comunicación Social partió también, sin dejar más mensaje que la amistad que prodigó; Víctor Celaya, un viejo periodista pachuqueño que siempre luchó por mantener su esencia, también se fue. Otra pérdida fue la desaparición del diario El Independiente de Hidalgo, de quien lamentamos la pérdida de ese espacio a la libertad de prensa.
Este nuevo año que llega, debemos recibirlo con un grito consciente de valorar la vida, porque ya vimos qué frágil es en tiempos oscuros.
Nimiedades: El Senado de la República realizó anuncios virtuales promoviendo bellezas de las entidades del país, junto con los senadores que los representan. En Hidalgo, extrañamente aparecen tres y omitieron a Miguel Osorio Chong. ¿Tan mal les cae?
Vamos por más.
